PALABRAS DEL DECANO CLAUDIO
GROSSMAN, PRESIDENTE DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS,
EN LA SESIÓN INAUGURAL DEL 113º PERÍODO ORDINARIO DE SESIONES DE LA CIDH Washington, D.C., 10 de octubre
de 2001
INTRODUCCIÓN
Con ocasión de la apertura de nuestro 113avo período ordinario de
sesiones quisiera en primer término expresar la más alta solidaridad de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con el pueblo y el
Gobierno de los Estados Unidos por el criminal ataque terrorista de que
han sido objeto. Será muy difícil borrar de nuestra memoria las imágenes
de destrucción de miles de vidas de ciudadanos de muchos Estados miembros
de la OEA y de otras naciones. Reiteramos
al pueblo y al Gobierno de Estados Unidos que este ataque ha sido un
ataque en contra de todos.
Saludamos en este sentido, la Resolución sobre Amenaza Terrorista
en las Américas, adoptada en la Vigésima Cuarta Reunión de Consulta de
Ministros de Relaciones Exteriores del Hemisferio.
Con la perspectiva que nos da nuestra experiencia en la protección
de los derechos humanos reiteramos además que no hay causa justa para
cometer actos de terrorismo. Los derechos humanos y el derecho humanitario
reflejan precisamente la idea que el fin no justifica los medios.
REFLEXIONES SOBRE EL SISTEMA
A nombre de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones relativas al sistema
interamericano de derechos humanos y a sus desafíos. Para mí ésto tiene
un significado especial, ya que cumpliré ocho años como miembro de la
Comisión, a la que he servido además dos veces como su Presidente. AVANCES Y DESAFÍOS
Al analizar el sistema interamericano, debemos constatar en primer
término avances importantes: elecciones en 34 de los 35 países, todos
los países de la región, salvo Cuba. Sociedades más abiertas y libres,
con multiplicidad de actores privados y organizaciones que se entrelazan
en el ámbito interno y en el ámbito internacional, fortaleciendo la
legitimidad de la democracia y los derechos humanos. Sin embargo subsisten
serios problemas: instituciones insuficientemente desarrolladas; (como es
el caso del Poder Judicial en numerosos países), fuerzas de policía mal
entrenadas; (que no han logrado articular adecuadamente la relación
inherente entre el respeto a los derechos humanos y la seguridad ciudadana,
a la que legítimamente aspiran los habitantes del hemisferio); grupos
vulnerables, mujeres, pueblos indígenas, minorías
étnicas, niños, discapacitados, (que aún no logran una
igualdad de facto para
desarrollarse plena y libremente, e incluso, en algunos países, aun no
alcanzan una igualdad de jure).
En el contexto del continente más desigual del mundo, los reclamos de
pan, techo y abrigo tienen también una connotación especial, y se
expresan en la aspiración a que se reconozcan los derechos económicos,
sociales y culturales. Para enfrentar el desafío que presentan estos
serios problemas los Estados han creado, entre otros instrumentos, el
sistema interamericano de protección de derechos humanos, integrado por
un conjunto de normas de carácter sustantivo, --la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (Pacto de San José) y la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre-- y la Comisión y la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, para supervisar su cumplimiento. Los órganos políticos
de la OEA y los Estados, por su parte, sirven de garantía colectiva para
asegurar el cumplimiento de las decisiones que tomen los órganos de
supervisión. FUNCIONES DEL SISTEMA
El sistema cumple funciones trascendentales: en primer lugar, hace
justicia en casos individuales. Esto permite reforzar los valores del
Estado de Derecho frente a víctimas o sus familiares que sienten que sus
problemas son ignorados por no haber sido resueltos en el ámbito interno.
En segundo lugar, el sistema juega un “rol de alerta temprana”, ya que
cuando en una sociedad se empieza a recurrir a la tortura, a las
ejecuciones sumarias, a los encarcelamientos de periodistas, por mencionar
algunas violaciones, la comunidad hemisférica se informa a través del
sistema interamericano y puede tomar las medidas necesarias para evitar
que los Estados se deslicen por una pendiente que lleve a situaciones cada
vez más graves, que culminen en la destrucción total del Estado de
Derecho.
En tercer término, el sistema permite ir ampliando la protección
de los derechos humanos y la democracia, al fortalecer con la perspectiva
regional las instituciones y normas internas, garantizando que se acceda a
formas cada vez mayores de protección de los valores de la dignidad
humana. La democracia tiene entre sus características su perfectibilidad
y desde ese punto de vista, el articular una posición hemisférica sobre
los temas de debido proceso, situaciones de emergencia, igualdad ante la
ley y prohibición de discriminación, va creando mayores espacios
internos, apoyando la expansión de la democracia. Para jugar su rol, el
sistema tiene a su disposición distintos instrumentos. El primero de
ellos son las visitas in loco que permiten evaluar las condiciones
de los derechos humanos en un país, o verificar la situación de ciertos
derechos, o para promover en general el valor de los derechos humanos. Una
segunda técnica del sistema son los casos individuales, en que se
tramitan, de acuerdo a los valores y principios de la tradición jurídica,
peticiones de individuos que consideren que sus derechos han sido violados.
Esto resulta en decisiones de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos que, de ser incumplidas, pueden ser llevadas a la Corte o a la
opinión pública. En tercer lugar, en el sistema se pueden crear Relatorías
que incluyen en la agenda hemisférica problemas de derechos humanos y que
pueden conducir a declaraciones o proyectos de tratados. VITALIDAD DEL SISTEMA. ROL DE LOS ÓRGANOS
El sistema ha mostrado su vitalidad en las acciones de sus órganos,
que en el marco de sus facultades, han demostrado capacidad de adaptación
y de liderazgo frente a las realidades que los confrontan. Por ejemplo,
las situaciones de violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos
del pasado requirieron priorizar las visitas in
loco; hoy día, el mejor ámbito creado por los gobiernos electos ha
permitido privilegiar el sistema de casos. He sido un testigo privilegiado
de la evolución del sistema interamericano de derechos humanos en este
sentido. Cuando fui Presidente de la Comisión en el año 1996 informé
que habíamos adoptado 8
decisiones en casos individuales. En el último informe que
presenté a la Asamblea General en el año 2001, publicamos 153 decisiones
incluyendo
35 decisiones de admisibilidad, 23 sobre el fondo y 13 informes de solución
amistosa, además de 21 decisiones de inadmisibilidad y 61 de archivo.
Igualmente dentro del
sistema de casos las soluciones amistosas han demostrado su creciente
utilidad e importancia; hace cinco años hubo solamente una, hoy día
publicamos 13 mientras que hay 91 casos en trámite de solución amistosa,
afectando la vida y los derechos de miles de habitantes del hemisferio.
La legitimidad del sistema de peticiones se demuestra no sólo por
el incremento del número de casos, sino también por la actitud tanto de
los peticionarios como de los gobiernos. Los peticionarios como nunca
antes han visto en el sistema de casos una posibilidad de corregir
injusticias, recurriendo a instancias jurídicas, reforzando con ello la
validez del Estado de Derecho. Por otra parte, los gobiernos se hicieron
presentes en todas las etapas procesales de los 153 informes que adoptó
la Comisión, reforzando la legitimidad de un sistema en que participan
plenamente peticionarios y Estados.
La capacidad de los órganos de cumplir con sus funciones, de
adaptarse y contribuir creadoramente, se demuestra además en las reformas
reglamentarias de las que diera cuenta en mi presentación ante el Consejo
Permanente y la Asamblea General. Estas reformas se inspiran en la
necesidad de fortalecimiento de la seguridad jurídica de las partes, la
transparencia de los procedimientos, el establecimiento de etapas
procesales relativas a admisibilidad de las peticiones, soluciones
amistosas, envío de casos a la Corte y el fortalecimiento de la posición
de los individuos como sujetos de derecho. La Corte Interamericana
igualmente con la adopción de su nuevo Reglamento, fortaleció la posición
de los individuos, accediendo a una vieja petición de la Comisión, que
no creía conveniente ser juez en los casos que tenía presentados ante sí
y después demandante en casos ante la Corte Interamericana. La
transformación de los Reglamentos abre posibilidades ciertas de avanzar
en los procesos de reconocimiento de la personalidad de los individuos en
el terreno internacional y demuestra la vitalidad de los órganos. APOYO POR LOS ESTADOS
Frente a estos desarrollos, es central fortalecer aun más el apoyo
de los Estados al sistema. Los Estados democráticos crearon un sistema
que permite que la gente se defienda incluso en contra de los mismos
Estados cuando temas de derechos humanos no pueden ser resueltos
internamente. Hoy día se requiere profundizar aun más el apoyo de los
Estados al sistema. Este apoyo tiene que ver en primer término con el
reconocimiento del valor del sistema en la defensa de la dignidad humana,
y en segundo término, con la indivisibilidad continental de los derechos
humanos. La tortura a una persona en un país o la violencia doméstica,
nos afectan a todos, tanto desde el punto de vista ético como por el
hecho de que vivimos vinculados como nunca los unos a los otros, de modo
que el deterioro de los derechos humanos en un país tiene el potencial de
crear serios problemas en los demás Estados en los temas más diversos:
la competencia comercial, la inversión, desastres humanitarios,
migraciones forzadas, por mencionar algunos. La Corte Internacional de
Justicia, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, conscientes de esta realidad, han señalado
reiteradamente por ello que las obligaciones de derechos humanos son
obligaciones erga omnes, es decir, que nos afectan a todos. Y este término no es
una ficción jurídica sino que refleja las condiciones de la vida en el
siglo veintiuno.
Estas obligaciones erga omnes
pueden ser respetadas plenamente sólo en el marco del Estado de Derecho.
Los derechos humanos y la democracia, ambos componentes del Estado de
Derecho, son las dos alas que elevan la dignidad humana. La adopción
reciente de la Carta Democrática Interamericana es un paso significativo
en la dirección del vínculo indisoluble de la democracia y los derechos
humanos. Tanto en su Preámbulo como en numerosas de sus disposiciones, la
Carta confirma dicho vínculo: Así por ejemplo, el Capítulo II, artículo
7, señala que:
La democracia es indispensable para el ejercicio efectivo de las
libertades fundamentales y los derechos humanos, en su carácter
universal, indivisible e interdependiente, consagrados en las respectivas
constituciones de los Estados y en los instrumentos interamericanos e
internacionales de derechos humanos.
El artículo 8 estableció expresamente que
Los Estados Miembros reafirman su intención de fortalecer el
sistema interamericano de protección de los derechos humanos para la
consolidación de la democracia en el Hemisferio.
(Ver además el Preámbulo y los artículos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 9 y
10).
El incumplimiento con las decisiones de la Corte y de la Comisión
será sin duda un elemento importante para concluir que el orden democrático
ha sido seriamente alterado y la democracia está en riesgo, poniendo en
movimiento los mecanismos que contempla dicha Carta.
El apoyo de los órganos políticos al sistema de derechos humanos
debe asegurar el cumplimiento por los Estados de las decisiones de los órganos;
en este sentido vemos por ejemplo que el incumplimiento de sentencias de
la Corte y recomendaciones de la Comisión por el gobierno de Fujimori en
el Perú no tuvo la atención adecuada por los órganos políticos, ignorándose
el rol de alerta temprana de la Comisión. Es fundamental la
“despolitización” del sistema, de modo que cuando haya una decisión,
ésta se cumpla, e incluso se le comunique a todas las entidades
multilaterales.
El apoyo al sistema tiene que ver también con la asignación de
recursos económicos. El monto total del presupuesto de la Comisión para el
presente ejercicio representa menos del 3,4% del presupuesto global de la
Organización. Aproximadamente dos terceras partes de este total deben ser
destinados a los salarios y beneficios del personal de la Comisión. El
monto restante apenas cubre los costos derivados de los preparativos y la
celebración de dos períodos ordinarios, un período extraordinario de
sesiones y la publicación del Informe Anual de la CIDH. El presupuesto no
prevé fondos suficientes para la conducción de una sola visita in loco a
un Estado miembro, el litigio de casos ante la Corte o el trabajo de las
Relatorías. En este sentido, queremos expresar nuestra desilusión porque en la
Asamblea de Costa Rica no se aprobó la proposición de Costa Rica de
incrementar los recursos de la Comisión y de la Corte en un plazo de
cinco años. La Comisión
y la Corte en los últimos años han dado pasos significativos para
fortalecer el sistema interamericano de derechos humanos. Estos pasos han
sido acompañados por la voluntad y participación de los órganos políticos.
Sin embargo, aún no se han otorgado al sistema los recursos humanos y
financieros fundamentales para su sostenimiento.
No hay que dejar pasar más tiempo! Lo que están planteando los órganos
es la superioridad del Estado de Derecho, la indivisibilidad de la
democracia y los derechos humanos, el reafirmar a nivel hemisférico los
valores de debido proceso, de no discriminación, de la necesidad de
recursos judiciales que permitan remedios efectivos y eficientes frente a
violaciones de derechos humanos, la íntima relación entre la seguridad
ciudadana y los derechos humanos, el valor de la libertad de expresión y
el conjunto de derechos que han sido libremente reconocidos. Esa es una
agenda valiosa.
Hemos seguido con gran atención informes y estudios sobre gente
decepcionada con la democracia. Un reciente estudio efectuado por la
organización chilena EQUIS señala la desilusión creciente en la región
“con una democracia que no resuelve los problemas de la gente”. El
camino a seguir es el de respetar los derechos humanos y profundizar la
revolución democrática que vivimos en el Hemisferio. Ese es al mismo
tiempo el único camino posible que refleja las más altas aspiraciones de
las mujeres y hombres de nuestros países. RECONOCIMIENTOSSeñoras y señores, hace unos meses la Comisión Interamericana luego
de un proceso y un concurso
amplio en el que entrevistó a diez candidatos, decidió elegir como su
nuevo Secretario Ejecutivo al Dr. Santiago A. Canton,
quien se venía desempeñando como el Relator para la Libertad de
Expresión de la CIDH. El Dr. Canton es un prestigioso abogado argentino con estudios de
postgrado en los Estados Unidos. En 1998 fue director del Departamento de
Información Pública de la OEA. Desde 1994 hasta 1998 se desempeñó como
Director para América Latina y el Caribe en el Instituto Nacional Demócrata
para Asuntos Internacionales (NDI). La Comisión está segura que el Dr. Canton desempeñará las tareas
con la solvencia profesional, compromiso con los derechos humanos y
dedicación humana que lo caracterizaron como Relator de la Libertad de
Expresión. Entre los nuevos desafíos que nuestro Secretario Ejecutivo
enfrentará está el de lograr que la Comisión aumente la difusión de
sus tareas. Esto incluye el mantenimiento actualizado de nuestra página
de Internet, el mayor uso de comunicados de prensa y una mejor estrategia
de publicaciones periódicas. Este es un mandato institucional de la CIDH
y como Presidente apoyo personal y entusiastamente todas las iniciativas
que la Secretaría Ejecutiva adopte al respecto. Me permito reiterar además el reconocimiento especial de la CIDH al Secretario General, Dr. César Gaviria, por el apoyo constante al trabajo de la Comisión y al fortalecimiento del sistema interamericano de derechos humanos. Bajo su liderazgo se amplió el número de abogados de la Comisión Interamericana y sus recursos. El Secretario General además mantuvo una posición de principios respetando la autonomía de los órganos y destinó el tiempo necesario para recibir a la CIDH constantemente y cooperar permanentemente con nosotros en el desempeño de nuestras funciones. Quiero agradecer también a todos los Estados miembros por su colaboración, y en particular a aquellos con quienes me ha tocado trabajar más de cerca. Agradezco al Gobierno de Chile que me postuló en dos oportunidades para ser miembro de la CIDH. Durante estos ocho años el Gobierno de Chile respetó absolutamente mi independencia. Agradezco a nuestros abogados por su incansable trabajo diario, a los becarios y pasantes, a nuestra administradora y a nuestras secretarias, cuyo compromiso de trabajo es ciertamente un modelo para esta Organización. Agradezco al ex Secretario Ejecutivo, Embajador Jorge E. Taiana, y al ex Secretario Ejecutivo Adjunto, Dr. David Padilla, por sus contribuciones invaluables a la CIDH. Saludo y doy públicamente la bienvenida a nuestro nuevo Secretario Ejecutivo, Dr. Santiago A. Canton. Finalmente agradezco a mis colegas, Comisionados de la CIDH, los actuales, Juan Méndez, Marta Altolaguirre, Hélio Bicudo, Robert Goldman, Peter Laurie, Julio Prado Vallejo y los que han compartido esta honrosa misión en el pasado, Michael Reisman, Patrick Robinson, Alvaro Tirado Mejía, John Donaldson y Henry Forde. Todos y cada uno de ellos han demostrado una lealtad profunda a nuestra institución y un compromiso inclaudicable con la causa de los derechos humanos. Para mí ha sido un honor servir con ellos. CONCLUSIÓN
Señoras y señores. El nuestro es un continente de grandes
imaginaciones, tanto en el norte como en el sur. Aquí se inventó con la
Declaración de Independencia de Estados Unidos y de los países de la
región el derecho a la autodeterminación y la soberanía popular. Basta
ver nuestra literatura. Neruda nos habla por ejemplo de hombres de arcilla
y barro que ven con ojos sorprendidos la llegada de europeos al continente
y nos hace sentir incomparablemente el momento. Gabriel García Márquez
en el Sur y Faulkner, en el Norte, inventan ciudades míticas en que
destinos individuales se entrelazan con la suerte colectiva de los pueblos
iluminando aspectos esenciales de la vida. Juristas de nuestro hemisferio
participaron arduamente en el reconocimiento de la dignidad humana,
contribuyendo a la adopción de la Declaración Americana primero y de la
Declaración Universal después, proclamando que todos los seres humanos
tenemos derecho a desarrollarnos libremente. Hasta dichas Declaraciones
los hombres y mujeres eran negros, blancos, amarillos, musulmanes,
cristianos, judíos. Después de ellas somos todos seres humanos. En
nuestro continente se inventaron y desarrollaron creadoramente fuerzas
tecnológicas que cambian al mundo. Pero también hemos sido un continente
en que han existido imaginaciones perversas. Bastará decir que este es el
continente que hizo popular el término “desaparecido”, diciendo que
no están, que se los llevaron, que no existieron y que no somos
responsables. Frente a ello innumerables mujeres y hombres pusieron una
foto por cada desaparecido, exigieron su reconocimiento y reclamaron su
existencia, contribuyendo a una realidad de democracia y de derechos
humanos. El capítulo más elevado de nuestra historia ha sido la
imaginación creadora y humanista. Expreso mi convicción más profunda y
más optimista que esa historia, de la cual son parte esencial la
globalización de la dignidad humana y el sistema interamericano de
derechos humanos, prevalecerá.
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