PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA CIDH, ROBERT
K. GOLDMAN
San José de Costa Rica, 22 de noviembre de 1999 Señor Presidente y Primera Dama de la República de Costa Rica; señor Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Costa Rica; señora Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos; señor Secretario General de la OEA; Señores Cancilleres, señores Jueces de la Honorable Corte de Derechos Humanos; señor Decano de la Universidad para la Paz; damas y caballeros. Es un gran honor el poder dirigirme a ustedes en representación de los miembros del órgano decano del sistema interamericano para la protección de los derechos humanos, en este aniversario que marca cuatro décadas de existencia de la Comisión, treinta años de la adopción del Pacto de San José y veinte años de la instalación de la Corte Interamericana. En estos cuarenta años de historia, la Comisión ha llevado adelante su mandato de promover y proteger los derechos fundamentales en el Continente americano con independencia y firmeza. La CIDH ha debido proteger los derechos humanos en situaciones de tal gravedad como ningún otro órgano internacional o regional de protección. Durante estos años la Comisión ha llevado a cabo 77 visitas in loco, ha publicado más de 50 informes sobre países, ha decidido 584 informes sobre casos individuales, ha presentado 35 casos ante la Corte y adoptado numerosas medidas urgentes para la protección de personas en peligro inminente. Esta labor ha resultado en vidas salvadas y memoria y justicia recuperadas. Hace una semana tuve el privilegio de asistir junto al Secretario Ejecutivo, el Embajador Jorge Taiana, a un acto conmemorativo de los veinte años de nuestra visita in loco a la República Argentina. El Gobierno expresó en nombre del pueblo su agradecimiento por el rol fundamental de la Comisión en la recuperación de la dignidad humana y la denuncia del terrorismo de Estado durante la dictadura militar en ese país. Paradójicamente, mientras estas y otras experiencias particularmente dolorosas se vivían en nuestro Continente, la Convención americana entraba en vigor. Efectivamente, la entrada en vigor del Tratado y la creación de la Corte, así como la suscripción y entrada en vigencia de los otros instrumentos de derechos humanos del sistema, constituyeron un hito en el avance del sistema como herramienta para proteger los derechos de los habitantes de las Américas. En estos últimos veinte años, los esfuerzos combinados de la Comisión y la Corte han alcanzado a los habitantes de todos los Estados miembros de la OEA y hoy en día su funcionamiento como órganos complementarios es crecientemente eficaz. Nunca como en el presente la Comisión y la Corte han estado tan unidas en su causa común ni el sistema ha gozado de una legitimidad tan respaldada por las mujeres y los hombres del Continente. Su acción conjunta es necesaria: los pueblos del Hemisferio sufren diariamente la marginación, la violencia, la discriminación y la impunidad y recurren de manera creciente al sistema en busca de protección y de justicia. Para ellos el sistema regional es una realidad concreta y una esperanza de justicia. La importancia e impacto del sistema de protección ha contribuido además a dar sentido a la OEA, que a través de él vive en las calles, en los campos y en las ciudades de nuestro hemisferio. En la práctica, la invocación de los mecanismos derivados de la Carta de la OEA y de los previstos hace treinta años en esta ciudad de San José, revela la sabiduría de quienes sentaron las bases del sistema como una herramienta que sigue reflejando nuestras metas en materia de democracia y libertades fundamentales. Durante estos 30 años el cuerpo jurídico del sistema también se ha fortalecido con la entrada en vigencia de nuevos instrumentos. El conjunto normativo del sistema acaba de completarse con la muy esperada entrada en vigencia del Protocolo de San Salvador sobre Derechos Económicos Sociales y Culturales, tras el depósito del instrumento de ratificación por Costa Rica. Los aniversarios presentan la oportunidad para contemplar el camino recorrido y reflexionar sobre el porvenir. Cualquier reflexión debe conducir a un fortalecimiento genuino de los órganos de supervisión para que puedan desempeñar su mandato de proteger a los pueblos del hemisferio de manera más efectiva. Este desafío requiere de un verdadero y fiel compromiso por parte de los Estados miembros de la Organización. En primer lugar, requiere que todos los Estados miembros hagan los esfuerzos necesarios para alcanzar la universalidad del sistema, ratificando el Pacto de San José y los demás instrumentos. En segundo lugar, presupone el cumplimiento de la obligación de adaptar la legislación interna de los Estados de la OEA a los derechos consagrados en los instrumentos del sistema, y asegurar que estos sean interpretados y aplicados por los órganos del Estado, en particular por tribunales imparciales, independientes y autónomos. En tercer lugar, requiere que los Estados incrementen sustancialmente la asignación de recursos a los órganos de protección para que puedan cumplir con el mandato que los Estados mismos les han conferido. Finalmente, deseo destacar que un factor importante para la vitalidad e integridad del sistema interamericano depende del cumplimiento de las decisiones adoptadas por los órganos de supervisión. La Comisión considera el incumplimiento con las sentencias de la Corte, en particular, como algo sumamente perturbador que merece una discusión seria y la toma de medidas apropiadas por los órganos políticos del sistema. Señoras y señores, los derechos humanos están en las calles, las mentes, y los valores de nuestros pueblos. Ellos nos observan y tienen la legitima expectativa de que no defraudemos sus aspiraciones de justicia y democracia creciente. Trabajemos juntos para satisfacer sus legitimas aspiraciones. Confirmemos la relevancia de nuestra organización, tratando los temas fundamentales que ocupan a nuestros pueblos. Deseo concluir estas parabras con nuestro agradecimiento al Presidente de la República quien, fiel a la tradición que la República de Costa Rica ha cultivado en pro de los derechos humanos, la democracia, la paz y las libertades fundamentales, ha brindado su incondicional apoyo a la labor hemisférica de la Comisión y de la Corte.
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