INFORME ANUAL 1993
PALABRAS
DEL PRESIDENTE DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS DR. OSCAR
LUJAN FAPPIANO, EN LA SESION INAUGURAL DEL 84º PERIODO ORDINARIO DE LA
CIDH. Washington,
D.C., 5 de octubre de 1993
Señor Presidente del Consejo Permanente, Señor Secretario General,
Señor Secretario General Adjunto, señores miembros de la Comisión, señores
embajadores, señora Secretaria Ejecutiva de la Comisión, señoras y señores:
Es para mí motivo de profunda satisfacción poder dirigirme a
ustedes en mi calidad de Presidente de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, al inaugurarse el octogésimo cuarto período ordinario de
sesiones de la Comisión.
Desde el anterior período de sesiones, celebrado en marzo del
corriente año, la Comisión ha realizado una labor muy intensa.
Además del trabajo diario que implica, entre muchas otras
actividades, el estudio y la búsqueda de solución a numerosos casos
individuales, la Comisión realizó tres importantes visitas in loco:
la primera de ellas al Perú, del 17 al 21 de mayo; la segunda a Haití,
del 23 al 27 de agosto y, más recientemente, a Guatemala, del 6 al 10 de
septiembre.
Las visitas se efectuaron respondiendo a la invitación que
formularon los respectivos gobiernos, a quienes la Comisión desea expresar,
una vez más, su reconocimiento por las facilidades que ofrecieron para que
la CIDH pudiese cumplir, en forma eficaz, el calendario de actividades
programado con respecto a cada uno de los tres países visitados.
Como es sabido, en junio del corriente año se celebró en Viena la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos.
La CIDH estuvo representada en esa Conferencia, y de acuerdo con lo
solicitado por la Asamblea General, ha incluido en su programa de trabajo,
durante el presente período de sesiones, al examen de las repercusiones que
pudiesen tener los resultados de dicha Conferencia en el proceso de
desarrollo y fortalecimiento de los derechos humanos en el sistema
interamericano.
La promoción de la observancia y defensa de los derechos humanos en
los Estados miembros supone llevar a cabo un tarea eminentemente práctica,
referida a casos o problemas concretos, o al funcionamiento de la estructura
gubernamental o estatal. En
consideración a ello la CIDH continúa empeñada en perfeccionar los
mecanismos de colaboración con los gobiernos de los Estados miembros de la
organización, como una forma adicional de contribuir al fortalecimiento del
sistema de promoción y protección de los derechos humanos en el
hemisferio.
Como parte de esa tarea, durante las visitas in loco así como
en los informes que aprueba la CIDH, se formulan, con frecuencia,
recomendaciones a los Gobiernos acerca de casos específicos que, de no
resolverse en forma urgente, se traducen en graves injusticias para las
personas afectadas.
Las autoridades se muestran siempre muy receptivas a las
recomendaciones y sugerencias de la Comisión, pero ésta encuentra muchísima
dificultad en lograr respuestas concretas o soluciones adecuadas a esas
recomendaciones y sugerencias, lo cual afecta injusta e innecesariamente a
las víctimas, que muchas veces sufren largos períodos de privación ilegítima
de su libertad, u otros tratos arbitrarios de parte de las autoridades del
Estado.
Señor Presidente: la
experiencia demuestra que el ejercicio efectivo de la democracia
representativa constituye la mejor garantía para el pleno respeto de los
derechos humanos. Se ha dicho,
con base en esa apreciación, que los derechos humanos son la razón de ser
de la democracia.
Pero la relación entre democracia y derechos humanos, es, como señala
el Profesor Pedro Nikken, "biunívoca".
Si se dice que no hay derechos humanos sin democracia es muy
importante tener presente que lo contrario también es verdad.
Es evidente que en la actualidad se puede hablar de una consolidación
de los esquemas democráticos de gobierno en el hemisferio. Sin embargo, la Comisión quiere expresar su preocupación
por la persistencia de comportamientos autoritarios que aún existen en las
cúpulas castrenses de algunos Estados miembros de la Organización, que
generan violaciones de derechos humanos.
En efecto, la reinstauración de regímenes democráticamente
elegidos en los países de la región no siempre han producido la eliminación
de la injerencia de las fuerzas armadas en el proceso político.
En algunos casos esa injerencia resulta tan obvia que no seria
exagerado hablar de "democracias tuteladas".
Como resultado de ello la vigencia de los derechos humanos continúa
en crisis en algunos de los Estados miembros de la Organización. En otras palabras: el
formalismo constitucional en que se apoyan algunos gobiernos de la región
no garantiza, per se el
cumplimiento pleno de los instrumentos interamericanos sobre derechos
humanos.
La CIDH considera que el afianzamiento de la democracia en el
Hemisferio supone necesariamente que debe definirse con claridad el papel de
las Fuerzas Armadas y su relación con las autoridades civiles democráticamente
elegidas, particularmente en lo que concierne al sometimiento de las fuerzas
militares a las autoridades elegidas por el pueblo.
La eficacia de la Convención Americana en el ámbito interno de los
Estados depende, por otra parte, de la aplicación que haga de la misma un
poder judicial independiente e imparcial.
No puede, en materia de protección de los derechos fundamentales,
existir un poder judicial eficaz si carece de independencia e imparcialidad
para desempeñar su función jurisdiccional por encontrarse, de hecho,
subordinado a los dictados del Poder Ejecutivo.
Como observa el distinguido jurista Italiano Macro Capeletti, un
Poder Ejecutivo no sujeto a rendir cuentas de sus actos revela la existencia
de una patología en el sistema político que cabría calificar como
autoritarismo, y, en su expresión extrema, como tiranía.
En el contexto de una situación en la cual el Poder Judicial carece
de esas cualidades no puede resultar extraño que se produzcan, a diario,
multitud de violaciones de los derechos fundamentales de la persona humana,
producto de la impunidad con que actuan los autores de tales violaciones.
Hablando de derechos humanos es importante tener siempre presente que
la vinculación entre los derechos civiles y políticos y los derechos económicos
y sociales no es solamente un imperativo ético o moral, sino también una
condición palpable de la paz y de la estabilidad social. De poco sirve la
protección de los derechos civiles y políticos sin la existencia de los
derechos económicos sociales y culturales.
Una nueva era parece asomarse para los Estados de la región, que
hasta hace poco tiempo fue campo de acción de las ideologías dominantes de
la "guerra fría", con sus secuelas de divisiones internas y
dictaduras. Nuestro hemisferio
es hoy, un cambio, tierra fértil de iniciativas de asociación económica,
en el marco del sistema democrático y el creciente proceso de integración
regional.
Algunos de los efectos derivados de la adaptación de las economías
a la realidad del nuevo orden internacional afectan, en muchos de los
Estados miembros de la OEA, a vastos sectores al nivel de sobrevivencia, del
cual es necesario rescatarlos a fin de que, cuanto antes, esos sectores se
incorporen al proceso de desarrollo. Pero
las políticas económicas requieren sensibilidad para percibir problemas
que, bajo el rótulo de "costo social" de los denominados
programas de ajuste, encubren muchas veces grandes sufrimientos para muchos
seres humanos.
La democracia es, por supuesto, perfectible, y la condición de su
viabilidad depende de la consolidación de los planes de reforma y de la
decisión de proyectar sus beneficios al conjunto de la sociedad. No hacerlo puede convertirse en fuente de frustración de la
expectativa social, con el consiguiente riesgo de violencia, tan común en
nuestra región.
En este orden de ideas los derechos humanos, en particular los
derechos económicos, sociales y culturales, deben constituir el
"ecuador axiólogico" de estos objetivos porque, en tanto derechos
fundamentales, como señalara Su Santidad el Papa, lo son debidos "al
hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad".
Una nueva actitud espiritual se impone entonces para armar un modelo
económico justo. Los peligros
a que está sometido el sistema democrático habrá que buscarlos ahora en
la realidad social cuya crítica situación será la causa de fondo de las
amenazas a la estabilidad institucional.
Este es el contexto en el cual debe desplegar su labor la CIDH en
cumplimiento del cometido que le impone la Convención Americana de Derechos
Humanos
Antes de finalizar, Señor Presidente, deseo reiterar la necesidad
que se dote a la CIDH de los recursos humanos y financieros necesarios para
el cumplimiento eficaz de las tareas que su función requiere.
Muchas gracias
PALABRAS
DEL PRESIDENTE DE LA COMISION INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS DR. OSCAR
LUJAN FAPPIANO, EN LA SESION INAUGURAL DEL 85º PERIODO ORDINARIO DE
SESIONES DE LA CIDH Washington,
D.C., 31 de enero de 1994
Señor Presidente del Consejo Permanente, Señor Secretario General,
Señor Secretario General Adjunto, señores miembros de la Comisión, señores
embajadores, señora Secretaria Ejecutiva de la Comisión, señoras y señores:
Es para mí motivo de especial satisfacción poder dirigirme a
ustedes, en mi calidad de Presidente de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, al inaugurarse en este acto el octogésimo quinto período
ordinario de sesiones de la Comisión.
En primer término, si se me permite, quisiera aprovechar esta
oportunidad para presentar a ustedes y al mismo tiempo dar la más cordial
bienvenida al Embajador John W. Donalson de Trinidad y Tobago, y al Profesor
Claudio Grossman, de nacionalidad chilena, Decano de la Escuela de Derecho
de "American University". Estos
dos distinguidos juristas, elegidos por la Asamblea General en junio de
1993, se incorporan hoy a los trabajos de la Comisión en pleno.
Desde el anterior período de sesiones, celebrado en octubre del año
pasado, la Comisión, entre otras importantes actividades,
celebró una Reunión Extraordinaria en la República Argentina a
invitación del Gobierno de ese Estado miembro.
Esta Reunión coincidió con el aniversario de la Declaración
Universal de Derechos Humanos y con la celebración, por parte el Gobierno
argentino, de diez años de democracia.
En el curso de esa Reunión la Comisión analizó diversos temas
relacionados con el sistema interamericano de protección de derechos
humanos. La Comisión consideró además otros temas tales como su relación
con otros órganos de la Organización, con organismos no gubernamentales;
sus problemas presupuestarios y su sistema de trabajo.
La Comisión desea reiterar, una vez más, su reconocimiento al
Gobierno argentino por todas las atenciones de que fue objeto tanto por el
sector público como privado del país, que contribuyeron al éxito de la
reunión de la CIDH.
La Asamblea General recomendó a la Comisión que procure coordinar
sus actividades con las de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Deseo expresar con relación a este tema que, los días 24 y 25 del
corriente mes, se llevó a cabo una reunión conjunta entre miembros de la
Comisión y de la Corte en la cual se acordó estrechar las relaciones de
trabajo de ambos órganos.
Señor Presidente: Como
es bien sabido, la defensa de la dignidad humana, expresada en la promoción
y protección de sus derechos fundamentales, constituye el paradigma básico
en las actividades de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El derecho a la vida, a la integridad y a la libertad personal, a la
protección y garantías judiciales son, entre muchos otros, temas de
preocupación constante de la CIDH. Así,
cuando una persona es privada de su libertad por disposición de una norma
jurídica que sanciona una conducta ilícita, la Comisión concentra su
atención, en principio, en la observancia, por parte del Estado, del debido
proceso y de los mecanismos utilizados para la detención, a fin de
establecer si se adecúan a los requisitos establecidos en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
Pero la situación es mucho más seria cuando las detenciones ocurren
al amparo de legislaciones que vulneran, manifiestamente, garantías y
principios elementales que deben regir en un Estado de Derecho:
El juzgamiento de civiles por tribunales militares, la sanción de
delitos cometidos por menores de edad, las restricciones al control judicial
de la investigación, la aplicación retroactiva de la ley penal en
perjuicio del acusado, constituyen en la actualidad procedimientos de
aplicación corriente en algunos Estados miembros de la Organización.
La CIDH reconoce la necesidad de sancionar severamente los actos
terroristas que tanto daño causan a la sociedad y especialmente a personas
inocentes. La Comisión siempre
ha condenado duramente la violencia, cualquiera fuese su origen, pero le
preocupa cuando un Estado ignora derechos esenciales de la persona humana
con el argumento de que constituye la única forma eficaz de combatir a los
grupos que practican la violencia. La práctica internacional ofrece muchísimos
ejemplos que demuestran que se puede combatir eficazmente a la violencia
utilizando métodos respetuosos de la dignidad humana.
También con referencia a la protección de los derechos
fundamentales no quiero dejar pasar esta oportunidad, señor Presidente, sin
mencionar, una vez más, que la efectiva vigencia de las garantías
judiciales está indisolublemente condicionada a la independencia del poder
judicial. Este es un tema que continúa siendo fuente de preocupación
para la Comisión. Si se trata
de proteger los derechos de la persona humana frente a los posibles abusos
de los agentes del Estado, es imprescindible que uno de los órganos de ese
Estado disponga de la independencia que le permita juzgar tanto las acciones
del Poder Ejecutivo, como la procedencia de las leyes dictadas por el
legislador.
Señor Presidente, señores Representantes: En la gran mayoría de
los Estados miembros de la OEA las condiciones políticas han cambiado en
los últimos años, abriéndose condiciones más adecuadas para la
consolidación de gobiernos democráticos y la vigencia de los derechos
humanos. Es importante destacar, con placer, que hoy en día
proliferan los gobiernos constitucionales en el Continente.
Sin embargo, mas allá de esos logros es necesario tener muy en
cuenta que, en algunos países, las instituciones que conforman el espectro
constitucional son muy débiles e inoperantes y existe, por consiguiente,
una constante amenaza a la estabilidad de esas instituciones.
Son las que se han dado en llamar las "democracias
inciertas".
Mientras no existan sistemas democráticos eficientes, que combinen
legalidad con legitimidad será
muy difícil avanzar, en forma significativa, hacia la plena vigencia de los
derechos humanos. Como observa
el distinguido jurista peruano Diego García-Sayán, "Las violaciones a
los derechos humanos pueden tener distintas manifestaciones así como causas
y respuestas específicas pero, a un nivel más general, es indudable que la
falta de democracias sólidas es un factor reproductor de violaciones y de
desprotección entre la población".
Uno de los obstáculos que más seriamente impide la consolidación
de los procesos democráticos es la difícil situación económica y social
de algunos Estados de la región. La
Asamblea General de la OEA ha reafirmado "que la erradicación de la
pobreza extrema, la eliminación de las causas del subdesarrollo económico
y de las injusticias sociales, así como el fortalecimiento de las
instituciones democráticas son necesarias para asegurar la promoción y
protección de los derechos humanos".
Al dirigirme a ustedes en la sesión que la Comisión celebró en el
mes de octubre de 1993, dije que la vinculación que existe entre los
derechos civiles y políticos y los derechos económicos y sociales no es
solamente un imperativo ético o moral, sino también una condición
palpable de la paz y de la
estabilidad social, y que de poco sirve la protección de los derechos
civiles y políticos sin la existencia de los derechos económicos sociales
y culturales. El pensamiento
político contemporáneo ha corregido el concepto unilateral de los derechos
humanos, los que no pueden consistir en una vana invocación a la libertad,
sino que deben asentarse en lo que es la "substancia viva" del ser
humano: el derecho a la vida, al trabajo y a procurarse lo necesario para la
satisfacción de las ineludibles urgencias espirituales y materiales.
Como señalara Monseñor
Juan Gerardi, Obispo de Guatemala: La
dignidad humana ni concibe ni puede aceptar divisiones artificiales sobre sí
misma. Además, es innegable la
existencia de condiciones objetivas de crácter económico, social y
cultural que reclaman una mirada mas profunda y comprometida con los
derechos humanos de la llamada "segunda generación".
De la relación o indivisibilidad --ya aceptada por la comunidad
interamericana-- entre derechos civiles y políticos, y derechos económicos,
sociales y culturales, resulta muy difícil justificar el sacrificio de
algunos de esos derechos en favor de otros.
Los Estados miembros de la OEA en su conjunto, y algunos de ellos en
particular, siguen sometidos a los retos derivados de la injusticia social y
de la pobreza extrema.
Todos los seres humanos deben gozar de lo que podríamos denominar
"la situación vital básica" que abarca un conjunto de
circunstancias indispensables para una vida realmente digna, libre y humana,
como son las relativas a una adecuada participación en la cultura y la
educación, a una vivienda apropiada y a una renta que permita satisfacer en
forma permanente y sin zozobras ni estrecheses las necesidades de la persona
y su familia.
La autoridad pública y el sistema jurídico deben procurar que ningún
miembro de la comunidad viva en condiciones incompatibles con la dignidad
humana.
Si dentro del marco de las instituciones democráticas no es posible
construir un sistema económico, social y jurídico que permita el respeto y
disfrute pleno de los derechos humanos, por más que haya gobiernos
constitucionalmente elegidos, no existirá Estado de Derecho ni
instituciones democráticas sólidas y estables.
Por otra parte, la solución no está en imponer regímenes de
fuerza, ni en promover el odio y la violencia.
Es falsa y tiene que ser desechada, la idea de que la seguridad y la
prosperidad general constituyen un fin cuya realización autoriza a afectar
los derechos humanos o la integridad del sistema democrático de gobierno.
La verdad, ajustada a la conciencia jurídica del hemisferio, es
otra. La expansión de las fuerzas materiales y el correlativo mejoramiento
económico de la comunidad son posibles sin desmedro de las libertades y con
plena sujeción a las formas democráticas. Porque para esa conciencia, tan
censurables son los regímenes políticos que niegan el bienestar a las
personas como los que pretenden edificarlo sobre el desprecio o el quebranto
de las instituciones democráticas, que son las únicas que pueden
garantizar la libertad y la felicidad de los pueblos.
La tarea común de los Estados miembros de la Organización, y de la
comunidad interamericana en general, es el de rescatar los valores democráticos
plenamente reinsertados en lo que es su fundamento y razón de ser: los
derechos humanos, tanto en el ámbito civil y político como en el económico
y social, porque, como observa el Profesor de Derecho Constitucional de la
Universidad de Yale Bruce Ackerman, "los desequilibrios sistemáticos y
manifiestamente injustos en materia de ingresos de la poblaciòn convierten
al principio de participación democrática e igualitaria en una
farsa".
En el ámbito de su competencia, señor Presidente y señores
Representantes, la CIDH continuará trabajando con el mayor empeño a fin de
contibuir en esa tarea impostergable, Muchas gracias |